Ud. no sabe quien soy yo


Sacarle provecho a las palabras, como un artesano. Cincelando la realidad, adornando el presente, diseccionando el extraño curso de los sentimientos… Cada mañana sobrevolaba el infinito con unas hojas de papel y un bolígrafo algo roto. No eran los tiempos del romanticismo epistolar, la era digital había multiplicado las comunicaciones hasta limites insospechados solo cincuenta años antes, y escapar de los ordenadores era una elección infrecuente y raramente aceptada, pero él quería hacerlo así y así lo hacia. Diseñaba el mundo en el que creía, en el que quería vivir a golpe de trazos de bolígrafo roto sobre papel Din-A4. Sin la necesidad de parecer especial, sin el ego de quien se sabe único, simplemente para comulgar su miedo con su alma, sus traumas con su futuro, su desesperación con su esperanza.

Pasaban las horas y comenzaba historias que no se detenían en lugares concretos. Unas morían al poco de nacer, otras ni siquiera nacían, irrumpían en lugares extraños y nadaban entre las aguas de lo insólito hasta sumergirse para morir ahogadas. ¡Glu, glu, glu! Otras simplemente venían al mundo en forma de dulce muerte, nacer para morir en el acto, pero sin crueldad, solo con amor.

No hay maldad en mis palabras - se repetía a veces mientras escribía – solo pretendo captar una gota del eco del infinito. De la belleza sin limites con la que Dios creo este Universo. Solo busco eso y nada más. Ni si quiera quiero que lo que escribo sea un legado para nadie. No soy tan importante. Y después seguía enfrascado en el hilo conductor de un pensamiento que le conducía hasta una nueva realidad imaginada. Otro horizonte de sensaciones, paisajes, personajes… Mundos reales que iban pasando por sus manos. Arqueología de lo invisible. Desenmarañada a base de papel y un bolígrafo algo roto.

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