más cerca que la eternidad, más lejos que el mando a distancia

Hay noches en las que me acuesto pensando que eres la puta más bendita del infierno y otras en las que pienso que eres el ángel caído más desgraciado del séptimo cielo. Sea como fuere, sé que siempre - o nunca - tengo razón.

Por cruzar cuando no debiera, sin pensar ni mirar como se exigiera... Hay otro gato muerto en la carretera.


Y en ese caótico devaneo de ideas me muevo: entre la locura colectiva de mi mismo y la dulce apacibilidad de quien sabe que esconde un trozo de parcela con sabor a oro blanco.

Por las mañanas tampoco sé que pensar. Mientras rumio el malestar del nuevo día frente al espejo o bajo el agua de la ducha me asalta la misma duda ¿más puta que un beso de mentira o más santa que teresa de Calcuta? Sea como fuere, lo bueno y lo malo se esconde todo en el mismo frasco.

Por lanzarse a la aventura, queriendo sortear el sortilegio de maldad del mundo de los hombres que se olvidaron de amar... Otro gato yace en el asfalto.

Y cuando me traga el manto gris polución de la ciudad tampoco se aclaran mis ideas. Ni cuando escupe agua el cielo. Ni cuando pica de fuego el sol. Ni cuando hablan los árboles entre si el idioma de la eternidad... Nada, no se me ocurre nada que pensar que no vuelva al mismo origen: ¿fulana de siete bolsos o beata de nueve rosarios?

Y cuando el pavimento rezuma paz y las farolas quitan el sueño a los árboles. Cuando resopla un ínfimo soplido de viento como si fuera el más temido de los huracanes, un agudo chillido de neumáticos no pudo evitar que un ford atropellase a un gato naranja en la nacional tres-cientos cuarenta y cuatro.

Luego cae la tarde - bola de colores consumiéndose a ras del horizonte - y desde el balcón de casa fumo humos de colores. La revolución industrial llegó a mi boca y a mi pipa y consumo drogas prefabricadas (como lo es el sexo y la compasión en estos días) y esperando la divina revelación del entorno, esperando que el paisaje me hable, como ya lo hizo en otras muchas ocasiones, no sucede. Solo trepa por mi espalda una pregunta que no se formula hasta que llega a mi cabeza: ¿más preciosa que cualquiera o más detestable que ninguna? De nuevo no sé que contestar...

En la autovía que conecta con el limbo un gato blanco caprichoso quiso cruzar la frontera para reencontrarse con su amada al otro lado, no contaba con que el destino ni con que esas luces estuvieran tan cerca... Otro gato más ha muerto en una carretera.

Y es cuando cae la noche y mis ojos vuelan sobre el techo medio entornados,  viendo voces, escuchando colores, degustando aromas y saboreando uñas que arañan epidermis con sosegada ferocidad, es cuando caigo en los brazos del sueño que tampoco me revela nada. Y cada vez más sumergido en la espiral de psicodélia, más cerca de la vida que más vivo en realidad - la de los sueños - me asalta la misma duda de antaño... eres una puta que se bañó en agua bendita o algo así como el ángel caído más desgraciado que despeñó del cielo...

Ni que decir tiene... Un gato negro, tres vueltas sobre si mismo, un coche que ni tan siquiera paró y otra vez el silencio. Sus ojos ahora muertos miran los de otro gato que sin saberlo será el próximo en morir.

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